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La pandemia provocada por la COVID-19 ha cambiado nuestra manera de ver el mundo y ha afectado a todos los ámbitos de nuestras vidas.
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Muchos son, por ejemplo, los que se preguntan si viajar volverá a ser lo mismo alguna vez.
El Dr. Jordi Roig, neumólogo de Creu Blanca, en su artículo publicado en www.drjordiroig.com, resuelve algunas cuestiones sobre la transmisión de infecciones respiratorias en aviones.
Y es que la aviación comercial se enfrenta a uno de los mayores desafíos de la historia: reactivar la industria que ha parado de operar más allá de las fronteras y garantizar la seguridad para evitar la propagación de la COVID-19 en los aviones.
Actualmente no existe mucha información sobre la propagación de la COVID-19 en los vuelos comerciales.
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) ha publicado diferentes artículos en su página web donde se pueden leer evidencias acerca de la baja probabilidad de contraer esta enfermedad durante un vuelo.
Por otra parte, la forma en que se transmite la COVID-19 y si puede flotar o no durante mucho tiempo en el aire es aún materia de debate. Lo último que sabemos es que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha admitido que es posible que el virus se transmita a través de aerosoles de diámetro inferior a cinco micras a distancias mayores de dos metros, y que el tiempo de vida del virus en el aire podría ser de una hora.
¿Cómo se transmite la COVID-19?
La principal vía de transmisión de la COVID-19 es aérea, a través de pequeñas gotas (superiores a cinco micras) que se producen cuando una persona infectada tose, estornuda o habla, a distancias cortas. Por ello una de las principales medidas para evitar el contagio es la distancia entre personas y el uso de mascarillas.
Igualmente, el virus puede ser viable en el aire un tiempo determinado en aerosoles más pequeños (inferiores a cinco micras) que podrían desplazarse a más distancia a través de flujos de aire o por conductos de aire de sistemas de climatización.
Enfermedades transmisibles en aviones
Antes de la llegada de la COVID-19, los científicos han estudiado cómo otras enfermedades graves se transmiten por el aire a bordo de vuelos comerciales. El transporte aéreo es un vehículo importante para la rápida propagación y diseminación de las enfermedades infecciosas y hay notificados una serie de brotes de enfermedades graves transmitidas por el aire a bordo de un vuelo, como el SARS, gripe, tuberculosis o sarampión.
Filtros de aire para eliminar partículas infecciosas
En los aviones, el aire proporcionado a los pasajeros y tripulación es una combinación de aire externo y aire de la cabina, filtrado mediante los HEPA (High Efficiency Particulate Air), que capturan el 99,97% de las partículas entre 0,1 y 0,3 micrómetros y el 100% de las partículas más grandes. Los filtros HEPA son muy eficaces en la prevención de la infección a partir del momento en que el aire contaminado llega al filtro, pero antes de llegar puede haber sido inhalado eventualmente por pasajeros muy próximos a la persona infectada por transmisión aérea. En 1979, un avión con más de 54 personas a bordo se retrasó en tierra durante tres horas, durante las cuales el sistema de ventilación del avión no funcionó. En 72 horas, el 72% de los pasajeros enfermaron con síntomas de tos, fiebre, fatiga, dolor de cabeza y de garganta. El pasajero infectado tenía influenza A N3N2.
Factores de riesgo individuales
Los actuales protocolos de evaluación del riesgo utilizados por las autoridades de salud pública para la exposición a las enfermedades infecciosas a bordo de un avión se basan normalmente en la proximidad de las personas al pasajero infectado, normalmente dos filas, y en la duración de la exposición, ejemplificada por estudios de transmisión de tuberculosis en vuelos de más de ocho horas.
La tuberculosis se propaga a través de gotitas que se producen cuando la persona habla, tose o estornuda. También a través del vómito o de las heces. La revisión de tuberculosis y viajes aéreos en 2010 encontró 13 informes publicados en los que dos estudios tenían pruebas de transmisión. Aunque el riesgo de infección por tuberculosis durante un vuelo comercial es bajo, el aumento en los viajes y el comercio que involucra a países endémicos podría aumentar este riesgo en el futuro, especialmente en casos de personas inmunocomprometidas, bebés y niños.
La norma de las dos filas de separación
Desde el brote de gripe de 1979, se ha producido propagación ocasional de gripe humana a bordo de los vuelos comerciales, aunque el estudio del** epidemiólogo Michael Baker** de 2009-2010 permitió comprobar que los pasajeros que se infectaron durante un vuelo estaban a no más de dos filas de distancia de la persona infectada. Se trata del caso del Boeing 747 procedente de San Diego (EEUU), que aterrizó en el aeropuerto de Auckland, en Nueva Zelanda. Entre los 400 pasajeros regresaban una veintena de estudiantes que habían estado en México. Nueve subieron enfermos al avión. 13 horas más tarde, otras cinco personas, quizá ocho, bajaron enfermas del avión. En las semanas siguientes, más de 1.000 personas tuvieron que ser hospitalizadas y, durante toda la pandemia, murieron 49 neozelandeses. A finales de 2009, el 18% de la población de Nueva Zelanda había estado expuesta al virus, es decir tenían anticuerpos de la cepa de la gripe H1N1. El seguimiento realizado por Baker permitió comprobar que los pasajeros que se infectaron durante el vuelo estaban a no más de dos filas de distancia. El lavado y desinfección de manos, el uso de mascarilla y la vacunación serían los métodos de protección efectiva contra la transmisión de la gripe.
La falta de inmunidad es uno de los factores de riesgo a la hora de contraer enfermedades como la gripe o el sarampión y, por lo tanto, es fundamental la vacunación antes de realizar un viaje internacional. Incluso países como Finlandia, que tiene una cobertura de vacunación de más del 95% de la población, registró 47 casos de infección de sarampión entre 1996 y 2012 durante viajes en avión.
La excepción a la norma
El SARS se identificó por primera vez en el sur de China en noviembre de 2002. Cerca de 800 muertes en 26 países del mundo se produjeron durante esta epidemia entre 2002 y 2003. En el vuelo 112 de Air China, en 2003, se produjo el mayor brote de SARS notificado y representó el mayor evento de transmisión a bordo, con 22 personas afectadas. Menos de la mitad estaban sentadas hasta siete filas de la persona infectada, y en solo tres horas de vuelo. La rápida identificación y aislamiento son las acciones más importantes para prevenir la transmisión en vuelos en caso de reaparición.
La prevención, clave para evitar contagios
El transporte aéreo es un vehículo importante para la rápida propagación y diseminación de enfermedades infecciosas. Aunque no hay mucha información sobre la propagación de la COVID-19 en aviones, hay notificados brotes de coronavirus, como el SARS, además de otras enfermedades graves, transmitidas por el aire a bordo de vuelos comerciales, especialmente cuando los pasajeros están próximos entre sí y a medida que aumenta la duración de las horas de vuelo.
La única manera de eliminar cualquier riesgo de infección es impedir que los pasajeros infectados vuelen, aunque esto no es práctico ni posible. Ante el nuevo desafío que las aerolíneas tienen sobre la mesa, solo la coordinación a nivel mundial por parte de gobiernos, sistemas sanitarios, profesionales de la salud y aviación puede aportar soluciones. A gran escala, es necesaria una reglamentación internacional relativa a la inspección, certificación y mantenimiento de los sistemas de control ambiental en los aviones, así como regulación que exija que cualquier aeronave utilice filtros HEPA. Las medidas a nivel individual que se han mostrado más efectivas en materia de prevención son la higiene de manos, el mantenimiento de la distancia y el uso de mascarillas.
La Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) y el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades establecen los pasos que se deben dar para mitigar los riesgos de contagio antes de salir de casa y llegar al destino, así como las medidas que deben implementar las compañías aéreas y los aeropuertos para garantizar la seguridad sanitaria.
Como indica la EASA, para viajar en avión son obligatorias las mascarillas quirúrgicas. Hay que recordar que esta mascarilla protege de dentro hacia afuera, es decir, evita que la persona infectada transmita el virus a los pasajeros que hay a su alrededor, pero no evita que la persona que la lleva puesta se contagie. Para protegerse de fuera hacia dentro, es decir, de la infección procedente de otra persona cercana que exhale el virus, las mascarillas que hay que usar son las FFP2 o KN95. En viajeros con factores de riesgo (edad avanzada, obesidad, tratamientos inmunosupresores o enfermedades subyacentes) se aconseja el uso de las FFP3.
¡Muchas gracias Dr. Jordi Roig! Ha sido un placer leer tu artículo.
Fuentes de información
Mangili A, Vindenes T, Gendreau M. Infectious Risks of Air Travel. Microbiology Spectrum. 2015;3 (5).
Baker M, Thornley C, Mills C, Roberts S, Perera S, Peters J et al. Transmission of pandemic A/H1N1 2009 influenza on passenger aircraft: retrospective cohort study. BMJ. 2010;340(may21 1):c2424-c2424.
Ventilació i sistemes de climatització en establiments i locals de concurrència humana. Coronavirus SARS-CoV-2. Informació per a professionals del Departament de Salut. 25/06/2020
Guía para viajar de nuevo en avión en tiempos del coronavirus. El Economista. África Semprún. 21/05/2020
Así se propaga un virus en un avión. El País. Miguel Ángel Criado. 31/03/2018
¿Cuál es el riesgo de contagio de COVID-19 en un avión? Travel Manager Internacional. 07/05/2020
How safe is fliying in the age of Coronavirus? Whasington Post. Charlotte Ryan and Naomi Kresge. 23/06/2020
Scientists know ways to help stop viruses from spreading on airplanes. They’re too late for this pandemic. Washington Post. Michael Laris. 30/04/2020