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Los miedos en la infancia son una de las principales razones por las que los padres consultan a un psicólogo infantil
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La fiesta de Halloween ayuda a los niños a que aprendan a manejar los miedos a través del juego
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Sobreproteger o ridiculizar a los niños por sus miedos solo contribuye a mermar su autoestima
El miedo es una emoción básica a la vez que necesaria en la vida de cualquier persona. En la infancia, sin embargo, la ansiedad provocada por la presencia de un peligro real o imaginario puede derivar en trastornos psicológicos que desestabilicen a los menores y preocupen a los adultos.
Lidiar con los temores de los niños es una de las mayores dificultades a la que se enfrentan a diario muchos padres, y una de las razones más comunes que les conducen a consultar con un especialista en psicología infantil.
Los miedos infantiles son positivos mientras permitan al niño realizar sus actividades cotidianas con normalidad. Lo habitual es que evolucionen, cambien e incluso desaparezcan con el tiempo.
Con motivo de la irrupción de Halloween en la sociedad actual, los niños se encuentran expuestos a numerosos estímulos externos que pueden alterar su desarrollo emocional. Programaciones especiales de películas de miedo, disfraces de personajes terroríficos o comentarios que incitan a la presencia sugestiva de fantasmas y espíritus, son algunas situaciones a las que muchos niños, aun sin quererlo, se ven obligados a participar.
Ante esta realidad, Sara Barbero, Psicóloga Infanto-Juvenil y Adulta de Creu Blanca, destaca la importancia de establecer una estrategia adecuada a la edad, la personalidad, las vivencias y las inseguridades previas del niño, para evitar que Halloween se convierta en una experiencia negativa.
El hecho de sobreproteger a los menores o, por el contrario, utilizar el miedo para reprimirlos o ridiculizarlos son dos factores que contribuyen a la aparición de fobias.
Una fobia es un miedo intenso, duradero y desproporcionado ante una situación, dando lugar a trastornos psicológicos.
Sara Barbero plantea una serie de recomendaciones para que Halloween se convierta en una oportunidad donde niños y adultos experimenten acerca de sus emociones.
1. Averiguar qué les da miedo y qué sienten. “Los padres frente a las situaciones de miedo de los hijos deben tener ante todo mucha calma y paciencia. Entender que el miedo es una emoción que no se puede evitar, pero que está en nuestras manos acompañarlos y brindarles un entorno seguro para superarlo”, explica Barbero.
“Prueba a explicar les primero qué es la oscuridad, siéntate con ellos en el suelo de la habitación y apaga y enciende la luz. Demuéstrales que la habitación es la misma con o sin luz. Cuando los veas más tranquilos déjales que practiquen ellos solos durante unos minutos”.
2. Distinguir la fantasía de la realidad. Una vez detectado qué les provoca esa sensación de angustia, “debemos ayudarles poco a poco a desmontar ese miedo fantasmático”, añade Barbero. “Los niños tienen una gran imaginación, y en quien más confían es en sus padres, por lo que si estos les abren la puerta a los fantasmas ellos se lo creerán a pies juntillas”, afirma Barbero.
“A medida que van creciendo podemos ver con ellos películas o imágenes que les puedan asustar, explicándoles que se trata de actores que se disfrazan y se maquillan, por ejemplo”.
3. Jugar con los miedos. “Enfrentarse a los miedos a través del juego es una muy buena opción, ya que ellos mismos pueden hacer de monstruos o crear la situación de terror. Esto les permite comprobar que simplemente es su imaginación quién les genera el miedo”, apunta Barbero.
“Es fundamental que nos involucremos en este tipo de actividades, que nos maquillemos y nos disfracemos con ellos para disfrutar juntos del juego”.
La fiesta de Halloween, que implica estar rodeado de diferentes ‘monstruos’, es una vía para estimular el proceso de adaptación de los niños ante situaciones alarmantes. Para ello, es imprescindible que reciban unas pautas concretas por parte de los adultos. De lo contrario, los miedos pasajeros pueden derivar en fobias, volviéndose difíciles de controlar.