- El próximo 21 de diciembre tiene lugar el solsticio de invierno, el día que cuenta con menos horas de luz solar y, por lo tanto, el más corto del año.
La luz natural influye de forma directa en el organismo y determina el funcionamiento del mismo. Ante la reducción de horas de luz diurna, los ciclos inmunológicos, metabólicos, hormonales y del sueño sufren una serie de alteraciones que pueden perjudicar a la salud de las personas.
En Barcelona, el día 21 de diciembre contará con 9 horas y 16 minutos de luz solar, mientras que la noche tendrá una duración de 14 horas y 50 minutos (1).
La adaptación a una rutina con pocas horas de luz solar produce que el cuerpo segregue más melatonina, una hormona que crea el propio cerebro y que se encarga de regular el estado de sueño y vigilia. “Cuanto menos dura el día, más melatonina produce nuestro cuerpo, manteniéndonos menos activos y aumentando la sensación de cansancio cuando apenas oscurece”, señala la Dra. Anna Palau, especialista en Medicina General de Creu Blanca.
Trastorno afectivo estacional
El horario de invierno, además, provoca un descenso de los niveles de serotonina en sangre. Comúnmente conocida como la hormona de la felicidad, la serotonina es una sustancia estimulada por la luz solar que regula el estado de ánimo, así como la sensación de saciedad al comer. “De manera que la falta de luz diurna puede afectar en los estados psicológicos de algunas personas, provocándoles falta de motivación, irritabilidad, apatía y tristeza”, puntualiza Palau.
El trastorno afectivo estacional es una afección de carácter depresivo caracterizada por episodios de ansiedad, desmotivación y melancolía ante un cambio de estación.
Un bajo estado anímico conduce, en muchas ocasiones, al sedentarismo. La falta de ejercicio físico predispone al sobrepeso y al aumento de grasa corporal, viéndose resentida también la salud cardiovascular en forma de colesterol e hipertensión arterial.
Fragilidad cutánea
El frío, el viento y los cambios bruscos de temperatura son factores que influyen en el estado de salud. “Las manos y la cara son unas de las zonas que más sufren en invierno. La piel está más frágil y puede sufrir de sequedad, irritaciones, grietas, eccemas e incluso sabañones”, advierte Palau. “Además, la sequedad ambiental provocada por el uso de calefacción o el abuso del agua caliente intervienen en esa fragilidad”, añade.
La debilidad cutánea también se manifiesta debido a la falta de vitamina D, que se sintetiza en gran medida a través de los rayos ultravioleta del sol. El déficit de vitamina D puede solucionarse mediante la ingesta de alimentos ricos en vitamina D y la exposición a la radiación solar entre 8 y 15 minutos diarios (2).
Mayor riesgo de contagios
La bajada de las temperaturas puede desencadenar trastornos respiratorios, en forma de resfriado común o gripe, convirtiéndose en el principal problema de salud en esta época del año. “Durante los meses de frío se producen diversas situaciones que facilitan la propagación de gérmenes. La permanencia en espacios interiores, la mayor cercanía entre las personas, la falta de ventilación de los ambientes o algunos sistemas de calefacción como la leña contribuyen al contagio de virus, que en caso de complicarse pueden causar infecciones respiratorias bacterianas”, declara Palau.
Hay quienes experimentan cuadros respiratorios de vías altas, con afectación de nariz y faringe, incluso dando lugar a casos de otitis y sinusitis. Este tipo de infecciones también pueden manifestarse en forma de cuadros respiratorios de vías bajas, dando lugar a bronquitis aguda o neumonía.
Referencias
(1) Instituto Geográfico Nacional http://astronomia.ign.es/hora-salidas-y-puestas-de-sol
(2) Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) https://blog.aecc.es/vitamina-d-sol/